Comentario diario

Aprender a comer

Y de repente toca hablar del ayuno en pleno mes de julio. Un poco raro, ¿no? Parece que ayunar forma parte de un tiempo litúrgico en el que hay que cumplir preceptos de privación. Si entendemos tan pobremente el ayuno, jamás nos daremos cuenta que ayunar no es abstenerse de comer, sino aprender a comer, y eso es trascendental para cada día de nuestra vida.

El origen de todas nuestras pasiones es la gula. Esa especie de avidez general o ansiedad por llenarnos de todo. Porque la gula se refiere a un campo mucho más amplio que el de la comida, alude a esa insaciable voluntad de verlo todo, oírlo todo, tocar sentir y probarlo todo. Por eso, en verano, nos vamos hoteles exóticos y lejanos, porque creemos que allí encontraremos mucho más de lo que se esconde en nuestro pequeño terruño. El problema es que tenemos carencia de asimilación, vamos como quien come deprisa y se atraganta. La palabra asimilación es imprescindible para crecer como cristianos, se refiere tanto a la recepción de los alimentos, cuanto a la comprensión de lo que hacemos. La vida se saborea, y sólo aprovecharemos todos sus matices si estamos sobrios. Es que no hemos nacido para someternos, aturdirnos o embriagarnos. El gran problema de un voraz es que no puede amar, y su hambre no tiene fondo. Porque el que ama espera, respeta, reflexiona, es lento, tiene tiempo, dosifica?

A todo eso se refiere hoy el Señor en el Evangelio. A Jesús, cuando le preguntan por el ayuno de sus discípulos, se refiere directamente al amor, ?llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán?. No habla de que los discípulos empezarán a privarse de pan, sino que les dolerá la ausencia del Amigo. Ése será su ayuno. Y qué bien lo entendemos, porque eso mismo ocurre con aquel que ve morir a su mujer o a su hijo, que en ese mismo instante empieza a ayunar, ya no tiene el alimento diario del que vivía. Por eso Jesús no ayunaba, Jesús sabía comer, porque su alimento era hacer la voluntad del Padre, había establecido una sólida relación con Él. Por eso, nada hay más importante para un ser humano que aprender a comer bien. Voy con algunos ejemplos.

Imagínate que sales de la oficina, y tus tripas tiran de ti, porque empiezan a gritarte que es la hora del pinchito. Pero de repente te topas con una capilla que tiene al Señor expuesto. Como estás verdaderamente enamorado de Él, te vienen ganas de saludarlo y poner en su presencia las cosas de la mañana. No es que hagas el sacrificio de dejar de comer por mortificarte con una visita al Santísimo. Sencillamente has aprendido a comer mejor. Es decir, si tienes una comida mayor, el ayuno será fácil, el yugo será llevadero y la carga ligera. Lo mismo pasa si vas a ver a tu tío abuelo que está ingresado en el hospital más solo que la una, y al lado hay una chocolatería premium. Si piensas, ?voy a hacer un sacrificio y no voy tomarme es chocolate?, has pervertido la caridad. Es la caridad la que manda, es la atracción por el tío abuelo lo que te hace vivir, el chocolate es secundario.

No podemos vencer el combate de las pasiones con la simple negación, necesitamos una profunda afirmación amorosa. Y ahí empieza todo.

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